Sobre "La estación de fiebre", de Ana Istarú

Por: Adrián Padilla Abarca
Filósofo 

 

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¡Hola, Lector Estrella!

En esta ocasión quiero comentar un hermoso texto de poesía: La estación de fiebre de Ana Istarú, ilustrado con pinturas de Rafael Cuevas Molina.

Ana, en su poemario, exuda benevolencia, sale al paso a defender la libertad de ser y actuar, principalmente, contra la cohibición de la femineidad. A Ana no le da miedo hablar de los secretos, de la intimidad y la sexualidad de la mujer, más bien la eleva, la vuelve sublime y se gloría de ella. La bella muestra carácter, firmeza, voluntad, pasión e inteligencia en sus palabras y quien no la entienda puede pensar que es una villana. Nuestra Ana se expresa con belleza y con amor a la humanidad. Ana es un nombre corto con un significado inmenso: del hebreo Jana, “benéfica, compasiva, llena de gracia”, así es la Ana del poemario. Su poesía enarbola tanto la esencia de la mujer como también respeta la masculinidad (se refleja en el poema VIII), solo que la diferencia del machismo, lo que no tolera.

En el contexto social, la época en que esta obra fue concebida está sumida en un oprobio que mancilla la figura femenina. En un acto de valentía, legítima gallardía; admirable coraje, proclama sus palabras, dándose valor y dignidad.

Con esta obra, con poesía, denuncia a la sociedad, a ese sector machista y patriarcal, más por inseguridad personal, que inhibe la acción de la mujer y que quiere opacar la femineidad que tanto enriquece y florece a la sociedad.

Desde Istarú, la mujer no siente temor de amar, no teme el encuentro íntimo ni se limita a hablar del amor.

Personalmente, el tercer poema me invita a una introspección, a adoptar el rol de mujer, sentirme femenino por un instante para capturar la belleza y el alcance del poema, que también es reclamo y grito a lo pactado y establecido entre varones, hacia una hija, luego esposa, como si fuera una mercancía. La poeta proclama con grandeza y dignidad y con lenguaje firme le dice a la mujer: “¡Levántate! No te dejes más”.

Sobre el maestro Cuevas diré: ¡qué pasión, qué emoción, qué visión tiene hacia la esencia de la mujer! Lo refleja y expresa en las líneas de los labios, en la mirada firme y tenaz, en los órganos femeninos dibujados con vida y en los colores intensos, como la personalidad femenina.

Invito a leer este texto
y al estimable caballero,
animo a una introspección,
a no tener miedo a sentirse por un instante femenino,
le aseguro que el resultado será aleccionador
y será más comprensivo.  

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