Senderear

Dorelia Barahona-Riera

 

ruta

La Ruta de las Esferas está disponible en Librerías UNED

 

Cuando escribía La Ruta de las Esferas tuve la dicha de poder desplazarme por las regiones del país donde ocurrían los sucesos que narraba, gracias al premio Aportes que recibí. Así, pude dedicarme a investigar exhaustivamente sobre los caminos en la Costa Rica de la colonia y sus caminantes, ya que mi personaje, Buenaventura, era un caminador nato, un hombre que conoció Costa Rica a pie, entre trillos, cuestas, rajonadas, caminos de piedra y senderos. Mi personaje se inspiró en muchos trabajadores que se movilizaron buscando trabajo por el territorio nacional y en mi abuelo que fue cantero. 

La Costa Rica de hoy se me apareció totalmente con otro mapa, el mapa que solo los historiadores conocen, el de su fundación como país gracias a los caminantes que, en un primer recorrido, abrieron surcos y fundaron pueblos más allá de los finqueros que ya tenían el tren a mano y las primeras calles por donde sacaban sus productos a los puertos; caminantes que también acompañaron a los caminantes extranjeros que se dedicaron a enlistar las especies y registrar lo que veían en crónicas de viajeros y que hoy se pueden leer, gracias a las editoriales del estado.

Caminaban muchos descalzos con sus instrumentos de trabajo al cinto o en una bolsa que cargaban sobre la espalda. No había mucho más que cargar en esos tiempos de carencias. Pero así fueron extendiendo como un solo cuerpo, el cuerpo de Costa Rica como país.

Después de estos desconocidos caminantes, sin duda que los caminantes más enérgicos han sido los maestros. Tanto hombres como mujeres se trasladaban a pie o a caballo para dar sus lecciones y aún lo siguen haciendo, si es necesario; maestros a quienes habría que rendirles un verdadero tributo y de quienes varias generaciones aprendieron sobre el mismo territorio donde vivían; caminantes que conocieron Costa Rica atravesando montaña, siguiendo pasos de indio, bordeando los volcanes, navegando tramos de ríos y, siempre, valorando a sus gentes.

Las descripciones que se hacían en ese entonces del paisaje son extraordinarias, llenas de detalles antropológicos y botánicos que merecen ser conocidos por los hoy paseantes o caminantes de Costa Rica, para que sepan la historia de los caminos mismos, así como también la historia del paisaje, no solo la de los viajeros extranjeros, sino la de los costarricenses que la caminaron y también de los escritores que describieron con sus narraciones regiones y trayectos  específicos.

Carlos Luis Fallas, Fabián Dobles, Luis Barahona, Francisco Amiguetti, Julieta Pinto, entre otros, lo hicieron desde el cuento y el ensayo. Una Costa Rica del pasado por donde van poniendo los pies en el presente siempre es enriquecedor de conocer.  

Senderear, también, como resultado de la experiencia y la reflexión, al igual que lo han hecho desde Epicuro tantos filósofos, es parte de este pasado que traemos de vuelta en tiempos de pandemia y que nos lleva a nuevas relaciones con el entorno, con la naturaleza y el paisaje. 

De hecho, caminar siempre ha sido la primera forma de conocimiento del mundo exterior que ha tenido el ser humano a su disposición. Migramos, huimos, volvemos y cuidamos con los pies desde el Neolítico. Seguimos haciéndolo. Pero saber que ya antes lo hacían como necesidad, como fuente de conocimiento y como meta, sobre los mismos caminos que hoy sendereamos es importante, para que no se pierda ese pedazo de territorio con pasado, sobre el que hoy los caminantes se desplazan, pasean, hacen turismo y conocen el país, pero solo en el presente.  

 

Artículo publicado en Página 15 de La Nación. Puede verlo al pulsar aquí